Sanidad quiere vacunar contra la covid a los adolescentes antes de iniciar el curso escolar.

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La vacunación contra la covid en España ha cogido velocidad de crucero, con casi la totalidad de los mayores de 60 años con una dosis puesta y un ritmo de pinchazos acelerado en los grupos de 40 y 50, y el Gobierno ha abierto un nuevo melón en la estrategia de inmunización: quiere pinchar a los chavales de 12 a 17 años antes de iniciar el curso escolar. Son casi tres millones de personas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). La Agencia Europea del Medicamento (EMA) dio luz verde la semana pasada a la vacuna de Pfizer —hasta entonces avalada solo para mayores de 16— para el grupo de edad de 12 a 15 años y, según los estudios realizados, la efectividad es del 100%. Sin embargo, la propuesta del Ministerio de Sanidad, que elevará a la Comisión de Salud Pública para que se debata con las autonomías, abre un dilema entre los expertos: epidemiólogos y pediatras cuestionan la pertinencia de vacunar a este grupo de edad, de poco riesgo ante la covid, cuando buena parte del mundo sigue sin acceso a las vacunas para su población más vulnerable.

Este viernes, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, ha confirmado en TVE que la idea es proponer a la Comisión de Salud Pública que, aproximadamente dos semanas antes del inicio del curso escolar, se inicie la inoculación a los adolescentes entre 12 y 17 años. La ministra no ha dado más detalles de cómo se vacunaría a este grupo, aunque el Govern catalán ya avanzó el pasado fin de semana su intención de pinchar a este colectivo en los institutos. Previsiblemente, las inyecciones serán, eso sí, con el medicamento de Pfizer, que es el único aprobado por ahora para este grupo de edad, aunque también está en estudio por parte de las autoridades reguladoras el fármaco de Moderna. En la última actualización de la estrategia de vacunación, el Gobierno ya contemplaba que, cuando la EMA avalase la vacuna de Pfizer para este grupo de edad, las comunidades podrían empezar a pinchar a todos los nacidos en 2009 o antes que tuviesen condiciones de alto riesgo, los que fuesen grandes dependientes o aquellos que acudían a centros tutelados, para personas con discapacidad intelectual o de educación especial.

Pero más allá de los menores con alguna condición de riesgo específica ante la covid, la vacunación masiva a este colectivo abre un debate entre los expertos. Sobre todo, porque en términos epidemiológicos, este grupo no es el que más se contagia y, además, el riesgo de enfermedad grave o muerte entre los adolescentes es ínfimo: Sanidad ha notificado unos 409.000 casos entre jóvenes de 10 a 19 años desde el fin del primer estado de alarma. Esto es, el 12% del total de casos reportados. Y, de ellos, solo el 0,5% tuvo que ser hospitalizado, 132 acabaron en la UCI y 13 fallecieron, según el último informe del Instituto de Salud Carlos III. Pere Soler, jefe de Enfermedades Infecciosas Pediátricas del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, cuestiona: “Hay que plantearse por qué queremos vacunarlos. Desde el punto de vista de salud pública, los niños no tienen una emergencia sanitaria. La enfermedad grave es muy infrecuente. Y si lo haces para parar la transmisión y aumentar la inmunidad de grupo, no tenemos datos que nos digan que vacunarlos es necesario. En Israel, por ejemplo, el descenso de la transmisión es brutal solo habiendo vacunado a adultos”. .

Europa, no obstante, sigue avanzando en su estrategia vacunal y, ahora que buena parte de su población vulnerable está protegida, países como Francia, Alemania o Italia ya empiezan a levantar las restricciones de edad y abrir cita libre para los mayores de 12 años. España está inmersa, por ahora, en la vacunación al grupo de 50 a 59 años y las segundas dosis al grupo de 60, aunque algunas comunidades ya han empezado con el colectivo de 40 a 49. Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo del Instituto de Salud Global de Barcelona, afirma: “Vacunar a los adolescentes no nos urge, no es prioritario y no deberíamos hacer ese esfuerzo ahora. Una cosa es que hubiese vacunas para todos, que entonces sería favorable, pero ahora mismo, los adolescentes son poco vulnerables a la enfermedad grave y contribuyen relativamente poco a la transmisión comunitaria: tenerlos protegidos o no, no va a cambiar la situación epidemiológica”. La curva epidémica sigue una tendencia a la baja, aunque más moderada en los últimos días, y se sitúa en 118 casos por 100.000 habitantes en 14 días.

España, además, es uno de los países que mejor ha organizado su vuelta a clase este curso. Según el Ministerio de Educación, solo el 2% de las 380.000 aulas llegaron a estar confinadas en los peores momentos de la pandemia. De hecho, un informe de la OCDE situó a España dentro de los países que perdieron menos días de clase. Dinamarca, Alemania, Noruega, Bélgica, Holanda, Irlanda, el Reino Unido y Francia, entre otros, tuvieron que suspender temporalmente sus clases presenciales. “Los colegios han estado abiertos y no han sido focos importantes. No necesitamos las vacunas para hacer seguras las escuelas”, sostiene Bassats.

Vacunar a los vulnerables

Los expertos consultados subrayan que, en un contexto de pandemia, lo prioritario es vacunar a los vulnerables de todos los países. Amós García, presidente de la Asociación Española de Vacunología, apunta: “Cuanto más vacunes, mejor. Pero hay que hacer una reflexión con otra perspectiva: esto es una pandemia y no podemos solucionarla con recetas locales. El problema tiene que solucionarse en todos los países, por una cuestión de justicia social y por el impacto epidemiológico, como puede ser la aparición de nuevas variantes”. El especialista sostiene que el riesgo de que surjan nuevas variantes entre los adolescentes por no estar vacunados es muy bajo. Coincide Soler: “Las vacunas no son inagotables y tienes que plantearte si vacunas a tus adolescentes o a medio mundo que se muere. Las posibilidades de que haya nuevas variantes que se escapen a las vacunas son más altas entre los adultos de estos países que entre nuestros adolescentes”.

La falta de “equidad” y la brecha creciente entre países ricos y pobres puede traer consecuencias a la hora de controlar la pandemia, avisan. Daniel López-Acuña, exdirector de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lamenta: “Desde el punto de vista ético, social y sanitario, habría que priorizar a los más vulnerables. Pero en la política real, eso no va a pasar. Los países ricos van a vacunar primero a sus adolescentes”.

Los epidemiólogos insisten en que el impacto epidemiológico de vacunar a los adultos vulnerables de todos los países es mayor que el de pinchar a los adolescentes de los países ricos. Bassat insiste: “Una vez lleguemos al 70% de la población vacunada [el Gobierno ha fijado este objetivo para finales de agosto], el exceso de vacunas yo no lo gastaría en vacunar adolescentes. Los niños pueden volver al colegio sin vacunas. Que se la pongan en junio del año que viene no cambiaría las cosas”. El epidemiólogo propone “modelar el impacto de vacunar a la población adolescente” para estudiar si con ello se logra reducir la transmisión del virus. “El impacto será pequeño. Se han hecho estudios del impacto que tuvo cerrar colegios en la primera ola y supuso menos del 5% del peso de la contención de la transmisión”, agrega.

Donde sí impactará la vacunación de los adolescentes es en las dinámicas del aula, pues los niños podría flexibilizar con más facilidad el uso de la mascarilla y otras medidas de control severo, como los grupos burbuja, que hay en los centros. Amós García replica, no obstante, que el escenario de inicio del próximo curso, aunque sea sin los alumnos de instituto vacunados, no será el mismo que el del año pasado. “Con el 70% del resto de la población vacunada, el escenario cambia por completo”, apunta. Soler aboga por esperar y ver cómo evoluciona la pandemia y la vacunación en España antes de empezar a pinchar a los adolescentes: “Con los niños hay que pasar de la emergencia a la evidencia. Vacunarlos no es una prioridad; es una comodidad”.

 

CON INFORMACIÓN DE EL PAÍS.

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