La Dra. Anareli Quintero Jiménez es una dedicada ingeniera agrónoma, comprometida con el mejoramiento social a partir de la aplicación de la ciencia en la producción de plantas. Cuenta con una maestría en Producción y tecnología de semillas, y un doctorado en Producción agroalimentaria, además de ser integrante Nivel C del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores. Como profesora de la Ingeniería en Biotecnología, en la División de Ciencias de la Salud e Ingenierías, de la Universidad de Guanajuato, enfoca su labor en el cultivo de tejidos in vitro, especialmente, en el desarrollo de plantas tolerantes al estrés por sequía, interés que surgió en ella desde su estancia en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).
Apasionada por la docencia y la investigación, la Dra. Anareli considera la curiosidad un rasgo distintivo de su personalidad: “Me viene muy bien hacer investigación pues mi mente todo el tiempo se hace preguntas acerca de por qué ocurre todo lo que me rodea: por qué mi estudiante hoy está distraído, por qué no sale el experimento… desde niña”. Se reconoce como una persona extrovertida, disfruta crear nuevas amistades y generar círculos de confianza, además de desear mejorar los entornos en que se desenvuelve: “Es una necesidad constante, el resolver”.
Sobre el origen de su pasión por la ciencia, recuerda el microscopio que le regaló su padre cuando era una niña: “Estaba enloquecida, lo cargaba a todas partes; en el recreo, compartía a mis amigas y amigos lo que encontraba, una patita de mosca, una hojita”. Rememora también la influencia de dos profesores del Instituto Tecnológico de Roque, el Ing. Paredes y el Ing. Maya. Sobre el primero, evoca las clases a campo abierto para identificar plantas: “Caminábamos horas y horas. Me impactaba cómo sabía los nombres científicos de todo lo que encontrábamos. Siempre muy preocupado por los estudiantes; hay profesores que lo dan todo”. Sobre el segundo, comenta su admiración por la pasión puesta en sus trabajos de citomejoramiento, mismos que lo hicieron ganador del premio Nobel como parte de un equipo. De ambos, destaca su preocupación social sin buscar enriquecimiento económico propio: “Uno desarrollaba variedades de maíz para que le fuera mejor a los productores y el otro enseñaba a los agricultores cómo trabajar para no depender de empresas o agrónomos, definitivamente influyeron en que decidiera trabajar con plantas”.
En su papel actual como docente, considera de gran importancia motivar la incursión de las mujeres en la ciencia. “Es una labor importante que tenemos frente a grupo. La posición de profesora tiene mucho poder, no sólo en el trabajo, sino en la vida, siendo tú y transmitiendo lo que quieres. La inspiración y el contagio de la pasión es generacional. (…) Se tienen que integrar a más mujeres, estamos en eso”, comenta y reconoce el compromiso de sus estudiantes Evelyn, Ari, Lupita y Mariela, entre muchas más, con proyectos sobre la producción de aguate, girasol, maíz y viznaga. Igualmente, destaca la colaboración con otras profesoras y la necesidad de conocer sus áreas de estudio: “Hay que hacer una red fuerte, enterarse en qué están trabajando en otras sedes, (…) la ciencia no avanza con impacto sin los trabajos interdisciplinarios”.
En cuanto a las brechas de género en la ciencia, menciona: “Aún hay mucho machismo. He escuchado muchos casos de trabajos hechos por mujeres donde sus jefes o asesores se quedan con el crédito o no lo dan cómo se merece”. Reconoce que ha experimentado que no se reconozca su trabajo, y al respecto, sostiene: “Hay que reeducarnos todos. A las niñas y los niños hay que permitirles crecer en lo que les guste, lo que les llene, no debería haber limitaciones para ninguno”.
Sin embargo, observa un reciente equilibro pues, refiere, las mujeres eran una minoría durante su periodo estudiantil: “Hasta cierto punto es peligroso porque andas sola en el campo tomando datos, es un ambiente muy masculino”. Cuenta que, en la actualidad, las áreas de cultivo están prácticamente dominadas por mujeres debido a la migración de los hombres en busca de oportunidades. Asimismo, percibe las actividades relacionadas con la maternidad y el cuidado de la familia como desventaja para las mujeres en la ciencia, aunque reconoce como un avance la existencia de nuevas becas para madres investigadoras.
“Las mujeres están tomando el espacio que les corresponde y recibiendo el crédito que merecen”, dice al relatar cómo investigadoras han ganado premios Nobel desde 2020 a la fecha pese a los obstáculos, el menosprecio y la falta de financiamiento para sus propuestas. Una estrategia para contrarrestar la problemática y demostrar que el trabajo de las mujeres es valioso, indica la Dra. Anareli, justamente es la llegada de las mujeres a posiciones de liderazgo en laboratorios, equipos y líneas de investigación, logro que ha tomado mucho tiempo. Le parece indispensable continuar creando espacios para visibilizar la actividad de las mujeres en la ciencia y la tecnología, hasta que deje de ser necesario establecer un día para reconocer sus esfuerzos.