La esencia de la Universidad de Guanajuato (UG) no solo está conformada por el patrimonio arquitectónico o intelectual; esta pervive y trasciende en las experiencias de quienes la habitan e incluso han sido agentes clave en su expansión.
Ese es el caso del contador público Carlos Martínez Inda, orgulloso ciudadano celayense quien, cerca de sus noventa y cinco años, ostenta una inquebrantable identidad universitaria a medida que recuerda con júbilo los esfuerzos de su generación por lograr la presencia de los estudios superiores en la región y el impacto que esta formación ha tenido en su vida.
Carlos nació en Toluca, lugar de origen de su padre, don Mariano Martínez Esparza, y fue el menor de seis hijos (José Luis, Dolores, Mariano, Gloria, Ángel y él). A los seis años, se mudó con su familia a Celaya, tierra donde habitaba toda la ascendencia de su madre, la señora María Inda. Ahí ha radicado durante casi nueve décadas.
Una infancia feliz es como recuerda aquellos primeros años. “Esta repercute hasta en la vejez”, expresó tomando con gratitud la mano de su esposa, María Teresa Briones, ante un sinfín de remembranzas que lo llenan de alegría y una descendencia conformada por diez hijo(a)s, treinta nieto(a)s, treinta bisnieto(a)s y un tataranieto, profesionistas en diversas áreas del saber.
La decisión de ser contador fue circunstancial. En 1945, Celaya era una ciudad muy pequeña donde la oferta escolar llegaba hasta el nivel secundaria en una casona ubicada en la calle Hidalgo, la cual podía enfocarse en estudios terminales de enfermería o contabilidad privada. Con quince años, Carlos descubrió una profesión afín a sus intereses que le proporcionó grandes oportunidades.
Tres años después, con el deseo de fortalecer su formación, se interesó por una carrera recién nacida: Contaduría Pública. Según relató, se estima que en 1907 se recibió el primer contador de este tipo, así que el área representaba un espacio de descubrimiento y asombro. Fue en 1944 que el Director de la escuela, Gabriel Guerrero Rico, comenzó las gestiones ante el Colegio del Estado de Guanajuato (ahora UG) para ofrecer el nivel de preparatoria con dicho perfil de egreso, pues Celaya era un sitio idóneo por su alta actividad comercial.
La solicitud se mantuvo durante varios años, donde Carlos participó como integrante del H. Consejo Universitario en carácter de estudiante y, después, como docente. Para la autorización, se requería un mayor número de profesores y espacios de estudio, lo cual se atendió con la cátedra gratuita de contadores provenientes de la Ciudad de México y el entusiasmo de los jóvenes recién egresados, como él, quienes se convirtieron en maestros de las generaciones menores simultáneamente a su actividad estudiantil complementaria, además de aportar mano de obra para las adaptaciones del inmueble, todo en un ambiente de profunda fraternidad.
En 1949, se oficializó la Licenciatura en Contaduría Pública en Celaya. Para entonces, Carlos Martínez Inda ya contaba con un pequeño despacho contable, el cual inauguró al egresar y mantiene hasta la fecha. Previamente, aún como estudiante, había laborado como secretario en la Junta de Conciliación y Arbitraje y en un despacho jurídico. Sus primeros clientes como contador fueron recomendados por uno de sus profesores, por ejemplo, Cajeta La vencedora.
“Comenzamos a estudiar con ánimo en un ambiente extraordinario. Éramos amigos de los maestros, nos decían ‘señores’ con mucho respeto. (…) Soy el único sobreviviente de aquella juventud enamorada de su futuro. No me quiero ir sin dejar esta historia, esta influencia que forma parte de mí, de mi vida, de mi existir”, expresó.
A la par de su ejercicio contable, Carlos Martínez formó una familia y fue profesor universitario de tiempo completo durante treinta años. En 1973, la exigencia en otros empleos lo llevó a poner una pausa, mas su presencia en la UG se mantuvo con la impartición de numerosas conferencias como invitado y otras actividades.
“Fue una época bellísima de mi vida, la tercera parte; dar clases, convivir y aprender de los estudiantes es inolvidable; sigo siendo estudiante”, comentó recordando las visitas a las macroindustrias con sus grupos. Además, fue padrino de la primera generación de la Licenciatura en Administración de Empresas, lo cual impulsó el crecimiento de la matrícula e hizo necesario el cambio de sede en 1955 a la calle Manuel Doblado y, más tarde, a la avenida El Sauz.
También fueron aproximadamente treinta los años de su trayectoria en el periodismo. De 1963 a 1985, fue director regional de El Sol del Bajío (Querétaro, Salvatierra y Celaya). “Me abrió las puestas a algo que traía en el corazón, un servicio social extraordinario”, comentó.
En 1985, el Gobernador del Estado de Guanajuato, Rafael Corrales Ayala, lo contactó, sin haberlo conocido antes y debido al prestigio de su trabajo, para ser el responsable de Comunicación Social durante su gobierno, cargo que mantuvo por un breve periodo hasta ser comisionado como Promotor de Parques Industriales, función con la que gestionó la presencia en Guanajuato de importantes empresas, como General Motors y Maseca, entre otras. Además, se desempeñó como agente aduanal y gerente, entre otras oportunidades de gran aprendizaje. “De mi carrera como contador surgió todo”, afirmó.
En el espíritu universitario de Carlos Martínez Inda destaca la iniciativa por generar acciones que impacten en el bienestar social, al igual que su generosa disposición para compartir su experiencia y su amistad con personas de todas las edades.
Como un invaluable tesoro, resguarda sus credenciales estudiantiles y sus dos tesis, El cheque (1948) y El contador público (1954), mecanografiadas con gran esmero y limpieza, así como cientos de textos de creación personal (cuentos, charlas y memorias) sobre su paso por la vida y “la Colmena”.
Por su labor y su legado, son cuatro los homenajes que se han realizado en la UG para el contador Carlos Martínez Inda, el más reciente fue el pasado 13 de diciembre en el Campus Celaya-Salvatierra.
A manera de consejo final para las nuevas generaciones universitarias, compartió: “Enamórense de sus estudios, sus maestro(a)s, sus aulas, sus Campus, su Universidad. Esta no se acaba al terminar las materias, va más allá, forma parte de uno(a) mismo(a). Toca dar, entusiasmar, comprometerse. Donde hay amor, hay todo; regresen a su Universidad”.