El 1 de octubre es el Día de la Universidad de Guanajuato (UG), fecha oficializada en 2022, con lo que se celebran 292 años de historia de la Máxima Casa de Estudios del Estado.
En entrevista, la Dra. María Guevara Sanginés, historiadora con amplia trayectoria, adscrita al Departamento de Derecho, indicó que la llegada de los jesuitas a la Villa de Guanajuato ocurrió justamente el 1 de octubre de 1732. Su encomienda era organizar las misiones evangelizadoras en comunidades aledañas, acción que llevaron a cabo desde el Hospicio Jesuita de la Santísima Trinidad, primer antecedente en el surgimiento de “la Colmena legendaria”.
Cabe indicar que los hospicios, en términos estrictos, cumplían una función de alojamiento, pero en ellos era común la enseñanza de las primeras letras. Por lo general, un profesor administraba grupos de estudio donde también se brindaba instrucción para exámenes universitarios y sobre materias de complejidad.
La especialista comentó que la mayor cantidad de datos reunidos sobre esta Casa de Estudios se hallan en la Compilación histórica de la Universidad de Guanajuato (1997), elaborada por el Maestro Diego León Rábago y en la que ella, en este momento, desarrolla un trabajo de actualización. A su vez, esta obra parte de dos libros esenciales en la historia de la ciudad de Guanajuato: Efemérides guanajuatenses (1883), del presbítero Lucio Marmolejo, entonces regidor de Guanajuato, e Historia del Colegio del Estado de Guanajuato (1924), de don Agustín Lanuza, además de los registros disponibles en el Archivo Municipal.
La investigadora señaló la existencia del acta de una de las reuniones del Cabildo de Guanajuato, fechada en 1732, donde se aprobó la solicitud de doña Josefa de Busto y Moya, primera benefactora de “la Colmena”, para la fundación de un colegio jesuita.
En esa época, había gran bonanza por la minería colonial y la educación se desarrollaba entre las élites con institutrices y profesores particulares. Según apuntó la investigadora, no es de extrañar el interés y la visión familiar de doña Josefa, madre de doce hijos dedicados al sacerdocio y a los negocios, sobre la necesidad de formar localmente a quienes desarrollaban actividades económicas (minería, comercio, agronomía, agricultura) y fortalecer la enseñanza primaria.
Aunque doña Josefa no alcanzó a atestiguar la apertura del Colegio (murió en 1742), pues la cédula de autorización del rey Felipe V de España llegó hasta el 20 de agosto de 1744, sí fue ella quien convenció a su hermano, posterior Marqués de San Clemente, a regidores y alcaldes ordinarios para invertir grandes sumas de dinero (hasta diez mil pesos de la época), además de las donaciones propias, como la casona sobre la que está erigido el Edificio Central.
El Colegio de la Santísima Trinidad inició con diez profesores y se impartía una formación filosófica, parecida al sistema medieval, basada en el trivium y el cuadrivium (Gramática castellana y latina, Matemáticas, Música y Astronomía). Los alumnos eran preparados para presentar exámenes en la Universidad Pontificia en la Ciudad de México, entre algunas otras, o bien, los respondían ahí para ser autorizados posteriormente por las universidades.
En aquel tiempo, el reglamento de los colegios jesuitas incluía otorgar becas a sus estudiantes para cubrir su alojamiento y alimentación. Por ello, era indispensable asegurar los recursos económicos que sostuvieran las actividades.
Don Pedro Lascuráin de Retana, poseedor de haciendas en Valle de Santiago con producción mayormente agrícola, fue uno de los patronos del Colegio, pero pronto ese recurso se destinó por la corona a misiones en el norte del país, ante lo que los jesuitas protestaron.
La vida de aquel Colegio duró poco. En 1767, por orden del rey Carlos III, los jesuitas fueron expulsados de todos los dominios del imperio. En Guanajuato, el Colegio fue tomado por autoridades del Ayuntamiento y los bienes fueron llevados al Puerto de Veracruz para su resguardo en España.
Un grupo de pobladores de la villa trasladó a los jesuitas a la Mina de Rayas por la Subida de las Mulas, quienes solo rescataron breviarios y fueron escondidos con la ayuda de un socio del Conde de Valenciana, aunque el juicio se realizó contra sus empleados.
Finalmente, los jesuitas obedecieron la orden de expulsión y, acompañados por dos regidores locales, uno del partido de los montañeses y uno del partido vasco, salieron por el Paso de Perules, con los gastos de traslado cubiertos por el Cabildo de Guanajuato, hasta ser entregados en Xalapa. Los expedientes al respecto, indicó la catedrática, se encuentran dispersos en el Archivo Histórico de la UG, el Archivo General de la Nación, Chile y España.
Varios jesuitas expulsados eran oriundos de Guanajuato, familiares del Marqués de San Clemente y de doña Josefa. Estos llegaron a España y algunos incluso a Italia, para volver a Guanajuato luego de la guerra independentista. De ellos, existen famosos libros que fueron empleados en la enseñanza de la Filosofía y un trabajo de Astronomía, mismo que fue publicado por la UG en una versión paleográfica.
A partir de entonces, el Ayuntamiento administró el Colegio y, años más tarde, se hicieron cargo los clérigos filipenses. Con el logro de la Independencia, el Ayuntamiento nuevamente tomó la dirección, para cederla al gobierno estatal cuando se transformó en Colegio del Estado y, luego, en Universidad.
Las escuelas de Derecho y de Minas fueron las primeras en conformarse.  Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, han egresado hombres y mujeres ilustres en la política y cultura nacional, por ejemplo, Lucas Alamán, Manuel Doblado y varios rectores de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Si bien es una gran labor la que han realizado los tres investigadores referidos sobre la historia de la UG, sus dudas e intereses fueron propias de las generaciones a las que pertenecieron, razón por la que la Dra. Guevara considera importante contrastar los datos y complementar con nueva información relevante.
“La historia del Colegio sigue estando íntimamente ligada con la historia del Estado de Guanajuato. Muchos de los vaivenes de la política del estado y de la nación afectaron el devenir del Colegio”, dijo refiriendo algunas anécdotas de los inmuebles, momentos en que su permanencia estuvo en riesgo y episodios en que estudiantes, de manera pacífica, han externado requerimientos fundamentales.
La UG está de fiesta. Celebremos este 1 de octubre el histórico legado universitario.