Con la dirección de Enrique Arturo Diemecke, la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) cautivó al público en el Teatro Principal con un programa en homenaje a Carlos Chávez y Anton Bruckner por los 125 y 200 años desde su nacimiento respectivamente.
El repertorio de la gala incluyó el estrenó en Guanajuato de la Sinfonía No.1 de Antígona, del compositor mexicano Carlos Chávez, sinfonía en un movimiento creada en 1933 como música incidental donde impera el pesar y el suspenso característico en la tragedia griega.
Para el desarrollo de esta composición, su autor recurrió principalmente a dos elementos con los que se enfatiza el ambiente griego: el material temático modal, con base dórica e hipodórica, y la recurrencia de patrones rítmicos pentatónicos, rasgo fundamental de la métrica clásica antigua. Sobre estos recursos, Chávez, fundador del movimiento musical nacionalista, construyó una partitura sobria y poderosa donde la mayor parte del peso expresivo recae en los instrumentos de aliento.
El Mtro. Diemecke, quien fue Director General Artístico del Teatro Colón en Buenos Aires, Argentina, considerada la mayor casa de la ópera del mundo, entre numerosas orquestas internacionales, ganó el afecto del público con su carácter didáctico al brindar una explicación introductoria sobre las piezas a interpretar. Luego del intermedio, su pasión por la música clásica y la entrega total en su dirección lograron una interpretación memorable de la Sinfonía No. 9, WAB 109, en Re menor, de Anton Bruckner.
Bruckner, humilde campesino, maestro de escuela y genial compositor decimonónico, aunque inseguro de sí mismo, sintió la obligación de disculparse por esta majestuosa sinfonía inconclusa, la cual posee solamente tres movimientos, Misterioso, Scherzo y Adagio, que transitan desde la solemnidad hasta un sublime frenesí.
Según explicó el director invitado, quien también es compositor, Bruckner pasaba días enteros frente al órgano monumental de una iglesia explorando los sonidos y componiendo. Se ha hecho una reconstrucción del Finale inconcluso, pero se optó por tocar solo los tres movimientos auténticos, pues “cada uno es tan poderoso y aporta tanto, que el cuarto queda para imaginarlo”, declaró.
En el transcurso de la ejecución de la OSUG, se experimentó lo que el director había anticipado: una primera meditación total donde la voz de Dios, representada por los cornos, crece hasta llegar a la iluminación; posteriormente, una travesía interior donde la interpretación de las cuerdas en fortissimo evoca las alas de los ángeles y el fuego de una experiencia celestial, para concluir con el inicio de una nueva vida espiritual y un viaje al exterior en un estado de paz, maravilla y gratitud por la oportunidad de la creación sonora.
Al concluir la partitura, Diemecke mantuvo la batuta suspendida por un largo minuto en el que, tanto intérpretes exhaustos como asistentes llenos de asombro, se unieron en un imperturbable silencio para contemplar la inigualable experiencia estética ocurrida. “Ya no había qué más hacer, era energía pura por encima de todo; bajar a la tierra en un cuarto movimiento no era posible, algo que nos deja una inmensa felicidad por estar vivos”, comentó el director en la charla previa.
Enrique Arturo Diemecke, quien ha sido director invitado de la OSUG en diversas ocasiones, se mostró complacido por esta colaboración, pues, aunque su trayectoria abarca amplias latitudes e importantes instituciones, esta orquesta es significativa en su historia familiar e inicio musical en la niñez y la juventud.