El año de la pandemia ha supuesto un parón para muchos sectores afectados por las restricciones, pero la bicicleta ha vivido una explosión: la venta de bicis creció un 24% en 2020 hasta los 1,5 millones de unidades, una cifra récord impulsada por los cambios en movilidad en las ciudades —que han perjudicado al transporte público y beneficiado a la bici y al caminar— y por un resurgir del ocio sobre las dos ruedas. El año pasado se vendieron casi el doble de bicicletas que de coches (851.211) en España. “Hemos vivido un aumento histórico en las ventas, lo que refleja la gran demanda de la ciudadanía española por moverse de una manera más sostenible y saludable, algo importante en una crisis sanitaria”, explica Jesús Freire, secretario general de la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE), que publica su balance este jueves.

El mayor incremento se ha producido en las bicicletas eléctricas (más de 200.000) y urbanas despachadas, que suben en ambos casos casi un 50%. Esther Anaya, que investiga sobre movilidad en el Imperial College de Londres, considera estos datos una buena noticia: “Ha habido una subida brutal de bicis urbanas y es una gran alegría, porque significa que hemos conseguido que la gente se acerque al ciclismo urbano. Lo que nos está diciendo es que hay una demanda sumergida de movilidad ciclista, mucha gente quiere ir en bici por la ciudad, pero las condiciones no son todavía las adecuadas”. En su opinión, “en una pandemia las prioridades cambian, lo más importante pasa a ser estar seguro, tener salud, no contagiarse, y resulta que la bici sube de categoría en la jerarquía de opciones de movilidad porque ayuda a cumplir todas esas características”.

Varios expertos consultados consideran que las cifras podrían haber crecido más si las ciudades españolas hubieran apostado claramente por construir carriles bici temporales quitando sitio al coche durante la pandemia, algo que tan solo ha hecho tímidamente Barcelona entre las grandes urbes. Samir Awad, experto en movilidad, apunta: “Durante las primeras fases de la desescalada había poco tráfico y hubo mucha gente que se animó a moverse en bici, pero a medida que han vuelto los coches ha sido más incómodo. Ciudades como Madrid no han hecho nada para que estas ganas de bici se mantengan. En cambio, Logroño ha hecho una transformación completa del casco urbano”. El también consultor señala entre los factores el miedo al transporte público por los contagios, que hizo que mucha gente empezara a pedalear, y el teletrabajo, que hace que los desplazamientos sean más cortos y puedan realizarse en bici.

Lo mismo piensa Marta Serrano, fundadora de Mujeres en Movimiento, que aglutina a mujeres líderes en transporte: “Este crecimiento tiene mucho que ver con que la gente le ha cogido miedo a coger el transporte público, entre otras cosas porque al principio se hizo campaña desde el Ministerio de Sanidad para que no se usara, y la bici es una buena alternativa. Creo que mucha gente se ha pasado a la bici en pandemia, pero con la vuelta del tráfico no está habiendo un cambio en el reparto modal, es decir, no hay más bicis por las calles, sobre todo en ciudades que no tenían infraestructura ciclista previa”.

Coincide Jesús Freire, de AMBE: “El crecimiento podría haber sido todavía mayor si las autoridades españolas hubieran apostado por la bicicleta como medio de transporte preferente a la hora de moverse en esta crisis sanitaria, como sí hicieron en otros países con inversiones en infraestructuras y un plan nacional ambicioso”. Francia, por ejemplo, cuenta con un plan aprobado en 2018 dotado con 350 millones de euros —al que en enero sumaron otros 100— que pretende que para 2024 el 9% de los trayectos en el país se realicen en bici; su capital, París, ha creado más de 160 kilómetros de carriles bici temporales en el último año. España tiene pendiente publicar su Estrategia Estatal de la Bicicleta, que se conocerá próximamente.

Toni Amat, director de la revista Tradebike, que analiza el mercado, señala que muchas marcas se quedaron sin existencias el año pasado. “Las empresas programan sus compras el año anterior y la mayoría se han quedado sin unidades por los problemas de suministro con China″, dice. A pesar de ello, se han vendido más unidades y mucho más caras: el sector movió 2.600 millones, un 40% más que en 2019. Freire lo explica “por el auge de la bici eléctrica, que tiene un valor medio más elevado, un mayor valor añadido y además ofrece la posibilidad de usar la bici a cualquier persona de cualquier condición física, en cualquier orografía y en cualquier distancia, lo que abre muchas posibilidades tanto para la movilidad como para la actividad lúdica y deportiva”.

El precio medio de la bicicleta en España ha crecido un 21,7% hasta alcanzar los 865 euros de media, mientras los modelos eléctricos tienen un precio medio de 2.648 euros. Además, varias comunidades y ayuntamientos han dado ayudas a los usuarios para comprar bicis eléctricas, lo que también ha incentivado el sector. En cambio, no ha habido ayudas para los demás tipos de bicicletas.

Ocio y deporte sobre dos ruedas

El analista Amat considera que en este resurgir de la bici influyen también el ocio y el deporte. “Este año no se podían practicar deportes de equipo, ni ir a los gimnasios, por lo que mucha gente ha optado por la bicicleta para hacer ejercicio. La masa ciclista en 2020 ha subido muchísimo, y en 2021 sigue en progresión”, explica. “También está el tema de las vacaciones, no poder salir de la provincia o de la comarca ha significado que muchas personas han optado por salir a pedalear los fines de semana”, añade. Según los datos de AMBE, la bicicleta de montaña sigue siendo la más popular, pero la eléctrica la supera en volumen de facturación.

¿Qué falta para que esta explosión se mantenga? Awad responde que la promoción de la bicicleta “necesita de muchas cosas, carriles bici, infraestructuras protegidas, aparcamientos seguros… En Europa incluso hay tótems con herramientas para arreglarse la bici y eso aquí ni se plantea. Hay mucho margen de mejora”.

Esther Anaya cree que, además, hay que impulsar los sistemas de bicicleta pública urbanos. “En los primeros meses de confinamiento e incluso después se cerraron, sin tener en cuenta que son una buena manera de captar a gente que se quiere acercar a la bici sin tener una propia. Se dio la paradoja de que se agotaron las bicicletas baratas en las tiendas, pero no se podían usar las bicis que estaban en las calles. Eso fue un gran fallo. Podían haber ayudado a moverse a las personas trabajadoras esenciales”. La experta apunta que en el Observatorio de la Bicicleta Pública en España, en el que colabora, realizaron un estudio en 2015 que muestra que el 30% de las personas que dejan de usar uno de estos sistemas es porque se compran una bici, es decir, que es una gran puerta de acceso para la movilidad ciclista.