La tarde del 18 de agosto de 1973, cambió totalmente la vida, Berta Gallardo Razo pues, junto a su familia, vivieron una de las peores experiencias, su hogar y sus pertenencias quedarían bajo el agua y lo único que los protegería de la lluvia sería un pedazo de plástico y la mesa de su comedor. 

Berta tenía 11 años y vivía en la calle Higuera, casi esquina con la Calzada Insurgentes, compartió que, durante aproximadamente ocho días, sufrió de hambre, desesperación y angustia al escuchar cómo las casas a su alrededor, se derrumbaban. 

“Recuerdo que decían mis papás que iba a haber una inundación, la gente estaba espantada, la gente corría para un lado, corrían para otro, pero mucha otra gente decía que no iba a pasar nada, entonces pasando las tres de la tarde el agua empezaba a correr por las calles”, compartió. 

Gallardo Razo contó cómo el agua comenzó a ingresar a su hogar, por lo que con cubetas intentaron sacarla, pero llegó un punto en el que fue imposible pues, el nivel del agua subió tanto que el único remedio que les quedó fue subir a la azotea de su casa. 

“Uno de niño no sabía qué estaba pasando, era muy feo, cuando ya empezó a subir el agua, no teníamos para comer, ¿quién te traía alimento? Nadie, era una cosa desastrosa”, comentó. 

Berta platicó que, lo único que lograron comer durante esos días en los que estaban atrapados en la azotea, fueron unas gallinas y palomos que sus papás tenían.

Casi ocho días después, comenzó a bajar el agua, lo que dejó ver todo el desastre que la inundación ocasionó. Las pérdidas materiales e incluso, vidas que arrebató el agua, quedaron al descubierto por las calles.

Uno de los recuerdos de esperanza que la pequeña Berta tuvo durante esos días, fue ver llegar a los militares pues les llevaron comida, que entregaban a niñas y niños, antes que las personas adultas.

“Fue algo muy duro el voltear para un lado, el voltear para otro, ver a tus familiares llorando, abrazándose, porque íbamos y nos buscábamos. El privilegio para mí fue ver a mis hermanos, a mi papá, a mi mamá, a mis abuelitos, a mis tíos, a mis primos, eso fue lo que para mí fue lo más bonito, que encontré con vida a mis abuelitos y a mis primos”, relató. 

A sus 61 años, Berta Gallardo, recuerda a toda esa generación de niñas, niños, y jóvenes que hoy ya son mayores, como los héroes de Irapuato, pues a pesar de la tragedia, no dejaron que esto detuviera sus esperanzas de salir adelante, por lo que comenzaron un nuevo Irapuato, el Irapuato que hoy conocemos y que no está dispuesto a caer ante las adversidades, conformado por gente que ama su ciudad y que están orgullosos de ser irapuatenses.

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